martes, 2 de noviembre de 2010

 

Jung y la antropología

Carl G. Jung fue en un principio psiquiatra y médico, "el hombre científi­co", según Freud, pero con el tiempo fue evolucionando a campos como la mitología, siendo un gran viajero.
En su juventud fue gran amigo de Freud, mas con éste tuvo discrepan­cias, pues Jung se fue interesando cada vez más por los problemas teológi­cos, la muerte, la alquimia, ..., etc., mientras a Freud la simbología de estos temas no le interesaban tan apasionadamente como a aquél.
Carl Jung estudió en Basilea, ciudad donde impartieran clases Nietzsche y J. J. Bachofen, ciudad de románticos alemanes y de grandes mitólogos y simbólogos.
Más tarde se instaló en Zurich y fundó revistas y escuelas en varios idio­mas (inglés, alemán...). También concreó la escuela de Éranos y, entre sus seguidores, podemos citar a M. Eliade, G. Durand, Borneman, K. Kerényi y Rol Carballo.
Como anécdota podemos citar que Jung, aunque fue hijo de un pastor protestante, llegando a tener una gran formación teológica, con el tiempo fue convirtiéndose al catolicismo «agnóstico y cultural», rechazando el protestan­tismo por heroico y racionalista, buscando el eros, la natura, el ánima... Otra anécdota muy interesante de su vida fue que cuando el Papa Pío XII anunció el dogma de la Asunción de la Virgen María a los cielos, Jung, rebosante de alegría, envió un escrito al Sumo Pontífice comunicándole sus sinceras felicitaciones por el hecho de «asumir» a la Virgen María como «arquetipo matriarcal» en cuerpo y alma, frente al protestantismo patriarcal. Ante este extraño escrito, el Vaticano, perplejo, parece que le recomendó menos entusiasmo y más orden...
Por último, para terminar esta parca biografía, podemos decir que Carl Jung murió en 1961. De este modo, sus obras, aún en estos momentos, se están editando en Alemania. Entre sus obras más importantes traducidas al español podemos citar "El hombre y sus símbolos", "Símbolos de transformación" y "Recuerdos, sueños, pensamientos".
Ante problemas tales como el del nacional-socialismo y su simbología, o el problema del País Vasco, o problemas de interpretación de leyendas, mi­tos, películas, psiquismos de pueblos, etc., metodologías como el estructuralismo, el marxismo, el racionalismo, e incluso la filosofía del lenguaje o her­menéutica, son insuficientes para explicar toda la carga de símbolos que poseen estos graves temas.
Jung mitólogo, psicoanalítico y antropólogo, nos da la clave para inter­pretar las mitologías, la inconsciencia colectiva de los pueblos, la psique de las tribus..., etc., y ahí es donde reside la importancia que Jung posee hoy en día.

I. CONCEPTOS FUNDAMENTALES

Concepto de libido. — En S. Freud la libido se entiende fundamentalmen­te como sexualidad y concomitantemente como sexualidad masculina. Este concepto, ciertos freudo-lacanianos lo han sacado aún más de quicio afirman­do falocráticamente que la libido es sexualidad masculina, poniendo de este modo el punto de referencia en el hombre y relegando a las mujeres a la "envidia del pene"...
Para Jung, sin embargo, la libido no sólo es sexualidad sino energía psí­quica; de este modo, nuestro autor conecta la libido con una inmensa canti­dad de términos antropológicos: La libido es la proyección del inconsciente, es "maná", es dios, es energía psíquica de tipo matriarcal-femenino, con con­notaciones orientales. "El Buda se apropia pasivamente, se sienta y asume la shakti femenina frente a la erección patriarcal-masculina de la libido occi­dental." (Activismo y falocentrismo)
Concepto de símbolo. — En Freud el símbolo es una mera sustitución de la libido; cuando la libido no ha tenido su cauce, el símbolo aparece como sustitución de la libido. En Jung, el símbolo es la esencia de la cultura, el símbolo es la coagulación de la energía psíquica, es la condensación y la proyección de la energía psíquica.
Una condensación de diferentes símbolos conforman un arquetipo; un ar­quetipo es, pues, una condensación de una constelación de símbolos que for­man un campo semántico, y un mito es un conjunto o una condensación de símbolos y arquetipos. Los arquetipos y los mitos son la especialización y la socialización del tiempo psíquico, son la racionalización de lo irracional: Son el realismo imaginario "que se sitúa entre la realidad y los conceptos muertos".
Conceptos de inconsciente. — Mientras en Freud el inconsciente es el lugar de las represiones, en Jung el inconsciente es el lugar de la transmutación de la consciencia: el inconsciente es creativo, es matriarcal-femenino. Jung divide la psique en tres grandes niveles o depósitos:
a) El inconsciente personal. — Que es donde se albergan las experiencias ontogénicas del individuo.
b) El inconsciente colectivo. — Que es donde se albergan las experiencias filogenéticas. El inconsciente colectivo está representado por la Madre, pues la Madre es la estructura a través de la cual quedamos troquelados. La Ma­dre es la representante psíquica de la mater-materia, de las pautas pulsionales, representando las matrices pulsionales inconscientes ("mattern").
c) La consciencia colectiva. — Que alberga a los «Pattern» o patrones de conducta, la política establecida, los cánones oficiales, lo dado, los valores establecidos, etc. (el "padre").
La consciencia colectiva está representada por el Padre que "saca" al niño de la madre (matrices pulsionales de su infancia) y le lleva a la vida tal cual es, competitiva, agresiva y hostil. El padre en Jung representa la cons­ciencia colectiva, la razón.
En S. Freud el padre es el que intercambia entre la madre y el niño, es la mediación, es la entrada al mundo simbólico, representando la ley, las nor­mas, el lenguaje y la racionalidad. En cambio en Jung, la madre es la que media todo sistema simbólico, todo sistema psíquico entre el padre y el hijo. En Jung la consciencia colectiva sólo se interpreta por el inconsciente colecti­vo, por los símbolos, mitos y arquetipos. Hablando en términos psicoanalíticos-marxistas, se puede afirmar que, para Jung, el inconsciente sería la infraestructura (pulsional), mientras que la consciencia sería la superestructu­ra (racional).
Concepto de religión. — En Freud la religión está mal vista: la religión, para él, es la búsqueda de seguridad.
Por el contrario, para Jung la religión es "Mythos vivido", sentido con­sentido, proyección de lo inconsciente, de lo numinoso, de los valores infraestructurales.
En la religión se alimentan a nivel simbólico y mítico ciertas ·represio­nes" y "opresiones" de la lógica, el logos y la razón vigente no permiten. Por ejemplo, la androginia que es excomunicada a nivel de logos vigente, aparece en la religión cristiana claramente representada por los ángeles.
La religión es proyección de energía psíquica. En la sociedad occidental ha habido una dualización (Dios-Diablo) debido a una racionalización en extremo; sin embargo, la esencia de la realidad es complicativa, de este modo, se ha de asumir la negatividad, el Diablo, el pecado, el sexo, la mujer, la muerte, el mal, la corrosión, etc. Dios debe de ser síntesis de contrarios, hombre-mujer, reconciliación de los contrarios,(Bien-Mal) (espíritu-mate­ria)...
Concepto de Edipo. — Para Freud el edipo consiste en la desligación del niño de la madre; Freud teme la fijación del niño a la madre y, por este mo­tivo, afirma que el niño se debe de desligar de la madre, pues el incesto es negativo.
Para Jung, sin embargo, el incesto en un primer momento es negativo pero, en un segundo momento, es ambiguo; el incesto para él es ambivalente.
Jung distingue dos clases de incesto: el incesto negativo en el que el niño queda traumatizado, fijado, parado y detenido; y el incesto simbólico que se realiza conscientemente y que es la esencia del acto de creación, "es la vuelta al arquetipo de la madre para recoger la piedra preciosa". El creador asume el ánima y logra así desligarse; es el incesto en el que se ha de regredir para progresar, "asumir para crear".
Concepto de héroe. — El concepto de héroe Jung lo trata extensamente en su libro "Símbolos de Transformación", y distingue tres clases de héroes:
1) Héroes occidentales. —Se inician en Grecia y son héroes patriarcales. Estos héroes se cargan el arquetipo matriarcal-femenino, se cargan el santua­rio de la gran Diosa Madre, oprimiéndola. Espada en mano, matan o entierran a dragones, toros, serpientes, etc., de origen matriarcal.
En Creta, Zeus aparecía como hijo de la Gran Madre, el cual era repre­sentado por un toro o por un niño, y era el amante de la Gran Madre, mu­riendo y resucitando. Mas en Grecia, Zeus ya aparece como un Dios. Zeus supera a la Gran Madre y se convierte en Dios inmutable, eterno y padre imposible.
El héroe occidental es un héroe ascensional y liberal: héroes desligadores que pierden así el sentido y la creatividad, héroes guerreros y agresivos que no saben nada de ternura.
2) Héroes orientales. — Estos héroes son regresivos, se diluyen, son pasi­vos y nirvánicos. Son héroes antiheroicos que regresan y se religan a la Gran Madre.
Jung, ante estas dos maneras diferentes de tratar a la Gran Madre que representa al Inconsciente, tiene más simpatía y prefiere el héroe oriental; mas él aboga por una síntesis de contrarios en la cual se asuma a la Madre: "Hay que ofrendar a la madre", dice Jung, hay que enfrentarse a la madre de una manera dinámica, pero no hay que matarla, hay que llegar a una síntesis de contrarios como superación de dichos contrarios, se ha de llegar a una androginia. Se ha de "compartir" el dragón, racionalizándolo, "comiéndolo y siendo comido".

II. EL MODELO Y EL MÉTODO

Modelo Jungiano. — Jung en sus escritos habla de dos amigos o de dos tipologías, el ánimo y el ánima.
El ánimus es el representante psíquico masculino patriarcal, es la imago masculina, es la proyección de la masculinidad en una imagen psíquica. El ánimus representa la consciencia.
El ánima, en cambio, representa al inconsciente, es la representación psí­quica matriarcal-femenina, y aparece en los sueños y en los símbolos como Diosa, Hada, Madre (buena o mala), etc.
Toda persona alberga un ánimus y un ánima: en el hombre el ánimus es su consciencia, mientras que en la mujer el ánima es consciente. Por otra parte, en el hombre el ánima es inconsciente, mientras que en la mujer el ánimus es inconsciente, y lo inconsciente es lo que está reprimido y oprimido y hay que asumir.
Jung preconiza la reconciliación consigo mismo, esto es, la reconciliación del ánima-ánimus, la conscienciación del inconsciente, la reconciliación de los contrarios, que lleva a un proceso de totalización.
Jung aboga por la coagulación de consciencia e inconsciencia en el "sí mismo", una síntesis de contrarios, una totalización psíquica transubjetiva que quedaría representada por un «Dios inmanente conscienciado». Se ha de dar el paso del inconsciente matriarcal a la consciencia patriarcal, pero asu­miendo el ánima, y no desligándose del ánima; reconciliando el ánimus y el ánima.
Metodología Jungiana. — La metodología de Jung nos sirve para inter­pretar la cultura, porque el proceso de racionalización psíquica se proyecta en todas las obras culturales (textos, películas, leyendas...).
Jung distingue cinco niveles o momentos en el proceso psíquico, y estos cinco niveles son:
1) Nivel incestuoso. — Urobórico. En este momento el niño está ligado a la madre, el niño está en el nirvana, en el tao, en la obscuridad, en la confu­sión. El niño aún no se ha desligado o separado de la madre.
2) Nivel de distinción. — Separación. En este momento el niño lucha contra la madre atrapadora, hechiceril y brujeril, el niño se va separando progresivamente de la madre.
En este momento la madre es ambivalente (buena, mala), y el niño lucha contra la bruja mala pero con la ayuda del hada buena, de la Diosa, de la amante, Virgen, etc. Comienza en este momento la mediador; y la salida del niño.
3) Nivel de autoafirmación. — El joven afirma su ánimus, se hace viril y "mata" a la madre.
En este momento el niño critica la religión, lo femenino... el niño sale al café, a la guerra, a explorar, se hace viril y critica a los afeminados. El niño se autoafirma, se hace liberal, político, y se desliga de la madre asumiendo la figura paterna.
4) Nivel de reconocimiento al valor. — En este momento existe un grave peligro de patriarcalismo. Se da prioridad a la consciencia frente a la incons­ciencia. Se da prioridad a la fama, al nombre, al denominar, a la indepen­dencia, a la conquista...
5) Nivel de reconciliación. — Boda final. Se da una reconciliación cuasi-regresiva. El niño asume a la mujer, asume al ánima. Se reconcilia con la madre. Se reconcilian el padre y la madre, el ánimus y el ánima, y surge una autoreconciliación consigo mismo.

Síntesis del método y de la metodología junguiana
Como recapitulación podemos dividir el intento de Jung en su método y su metodología en tres puntos:
1) Jung intenta reconciliar el inconsciente y la consciencia.
2) Jung mantiene la ambivalencia y la ambigüedad tanto para el incons­ciente como para la consciencia.
3) Jung define la verdad como mediación, transformación y transición, como regeneración, como camino de ida y vuelta. Verdad es contrario a mentira y psicoanalíticamente mentira se identifica con enfermedad, y se defi­ne ésta como fijación, como obturación, como desecamiento, como identifi­cación y como cosificación (hablando en términos marxistas).

III. APLICACIÓN DE LA METODOLOGÍA DE JUNG A LA "CULTURA"

Al querer interpretar cualquier relato con la metodología de Jung, se debe de tener en cuenta que cada leyenda, película, mito, relato, etc., hace hincapié en un determinado nivel de proceso de individualización más que en otro, aunque hay relatos en los que se dan todos los procesos de individuali­zación; así pues, teniendo esto en cuenta, no se debe de tomar a todos los relatos por el mismo patrón.
Por otra parte, otro punto importante que se ha de tener en cuenta es que para Jung los símbolos son ambivalentes, ambiguos, es decir, los símbolos son positivos y negativos; de este modo, el método de Jung del proceso de individualización se ha de completar con el método de Jung de la amplifica­ción, pues mientras Freud veía en la simbología un síntoma de enfermedad, es decir, «libido reprimida», Jung no reduce la simbología y afirma que el símbolo condensa energía psíquica, es una amplificación de la libido. Con la simbología se asume lo irracional y, así, la simbología pone en comunicación «todo lo humano y lo divino».
Por otro lado, el método de amplificación en Jung se debe de unir con el método de la comparación. Así por ejemplo, si en una leyenda aparece el tema de «un besugo», Freud interpretaría el besugo retrotrayéndolo a la his­toria personal inconsciente del paciente, mientras que Jung lo amplificaría e intentaría conectar todas las leyendas donde apareciesen «besugos» y sus his­torias paralelas para, de este modo, contextualizar este determinado «be­sugo».

Interpretación de leyendas
Canillo el pescador y Canillo chico
Argumento. — Canillo el pescador, un día pescó un besugo, y éste le dijo: "Si me dejas libre y me entregas lo primero que te salga al camino, te enri­queceré". Canillo aceptó y, de ese modo, tuvo que entregar a su hijo al besu­go. El besugo cogió a Canillín y lo llevó a su casa en el fondo de la mar (casa del diablo); mas Canillín un día de allí pudo escaparse y, nadando, lle­gó a la orilla. En la otra orilla Canillín ayudó a repartir una yegua muerta entre tres animales, una hormiga, una paloma y un león, y éstos, agradecidos, le cedieron el poder de transformarse en ellos.
Canillín, transformado en paloma, voló a la casa del diablo y allí oyó una conversación y, así, se enteró de que el diablo podía ser vencido si al­guien saca un "huevo" del vientre de una paloma que estaba en el vientre de una liebre que, a su vez, estaba en el vientre del hermano del diablo.
Canillín, convertido en león, luchó contra .el hermano del diablo, más quedó en tablas, hasta que una muchacha ayudó a Canillín y éste mató al hermano del diablo. Más tarde Canillín, convertido en hombre, explota el huevo en la frente del diablo y lo mató, quedando en libertad. Al fin Canillín vuelve a su casa y queda reconocido y reconciliado con su padre.
Explicación resumida. — El esquema de Freud explicará esta leyenda insatisfactoriamente e incompletamente, afirmando que el besugo representa al padre amenazador deshumanizante que intenta amordazar al hijo, el cual se rebela (Edipo clásico).
Freud, con esta explicación, no explica mucho, pues deja los símbolos sin explicación; por ejemplo: ¿qué representan los tres animales?, ¿qué representa el huevo (simbolismo arcaico de la vida)?, ¿qué representa el viaje noc­turno...?
Esta leyenda se debe interpretar con el esquema de Jung y con un gran bagaje de antropología cultural y simbología comparada. De este modo vere­mos, aunque aquí muy escuetamente, aplicando las categorías de Jung, que: el besugo que atrapa al individuo, que le impide una buena relación entre el padre y el hijo, no representa al padre sino que representa a la madre, a la diablesa que "nos lleva al fondo del mar". El besugo representa un diablo-matriarcal-femenino, que nos atrapa y nos deja sin fuerzas.
En el viaje al fondo del mar, Canillín, que está atrapado y encerrado en dicho fondo del mar, aparece como pez, como pez-falo del besugo-mar-madre: "Es el pez que está en las aguas incestuosas bajo el besugo-madre".
Canillín, al fin, logra salir del fondo de los mares emergiendo y asumien­do la cárcel (ligazón materna); y llega a la orilla, donde encuentra a la yegua muerta (la muerte), y asume la muerte a través de la metamorfosis de los animales que le posibilitan sus poderes: hormiga (asunción de lo elemental, lo ctónico), la paloma (asunción de la imago femenina o ánima), el león (asunción de la imago maculina: ánimus). De este modo Canillín, ayudado por la criada o por la madre buena, supera la ligazón del inconsciente, la superación de la madre mala, demonia o diablo disolutor, y se reconcilia finalmente con su padre.

El peine de la Diosa Mari
Relato. — La Diosa Mari aparece peinándose con un peine de oro su rubia cabellera, mientras en su mano izquierda mantiene un espejo con el cual contempla su hermosa faz. Toda esta escena ocurre a la entrada de la cueva-morada donde, en el fondo, guarda sus inmensos tesoros.
Explicación escueta. — Esta escena nos muestra el primer momento: el nivel incestuoso, urobórico. En esta escena no hay masculinidad alguna; la Diosa es narcisista.
La Diosa peina sus pelos, y los cabellos representan la energía, los kilos, los surcos, la potencia, el poder en el telar de la existencia. La Diosa peina, pues, las hebras del destino.
El peine, por su parte, está emparentado con "trama", "lira", "esqueleto" de pez con el cual trama los hilos, los pulsa, los compulsa y armoniza. La Diosa, que liga y desliga, organiza las tiras del destino: es la Diosa hechiceril que organiza la trama de las energías de los pelos.
El espejo simboliza dicha trama, en la cual se refleja el cuerpo de la Dio­sa, ofreciendo la realidad a estructurar del mundo en sus raíces. El espejo de Mari detiene, contiene la realidad, su realidad, pues en el espejo se define ella misma.
El peine, en cambio, está emparentado con el rastrillo. El peine de la Diosa es el peine de la fertilidad y fecundidad, ya que se peina ella misma los surcos; simboliza de este modo el sexo, el pubis, "germen sementero", germinación; el peine es un elemento libidinal, que está emparentado con el "sapo", que es el animal sexual y libidinal por excelencia, "fangoso y pringo­so", que se metamorfosea en oro, que es la libido proyectada y el tesoro de la regeneración.
Así pues, vemos a la Diosa peinarse con el peine, pez-falo, empeine. El peine es el sexo sagrado con el que se peina la Diosa Mari.
Conclusión. — La Diosa Mari, con el espejo que se encuentra en su mano izquierda, detiene, fija las realidades, las hechiza, las fascina, las detiene, las ahoga; con el espejo contiene la muerte, ya que mata la realidad, petrifica la realidad; sin embargo, con el peine que se encuentra en su mano derecha revive la realidad, la regenera, la fecunda, la vuelve a la vida. El peine en este relato es el instrumento, el falo, el órgano que está al servicio de la Dio­sa, y con el que ella misma se autogermina y se autofecunda.
Podemos observar que esta imagen (compleja) se encuentra en el primer nivel, nivel incestuoso-urobórico, donde nos aparece la Diosa de la fecundi­dad y del destino, la Diosa de la autofecundación, la Diosa de la vida y de la muerte: la Diosa como síntesis de contrarios, en la cual de su mismo cuerpo emerge el falicismo a su servicio; así pues, es una Diosa matriarcal-femenina y narcisista donde no hay masculinidad alguna.

La Virgen del Pilar.
El Pilar se ha interpretado macabra y militarmen­te como fálico, estaca, inmortal. Así, por ejemplo, el mismo Franco en un discurso, el 12 de octubre de 1939, decía que el Pilar era la estaca inmutable, enhiesta, que mata el caos, las aguas, la sierpe del devenir y la luna. De este modo vemos que la conciencia colectiva, la racionalidad pública, interpreta la columna como tropa enhiesta, inmutable, inmortal, impasible.
Mas si estudiamos a fondo e investigamos la simbología oculta que se da en el inconsciente colectivo, descubrimos que la columna "es" material de "jaspe".
El jaspe que, cuando se rompe, crea una gran cantidad de "piedrecillas fi­liales", ha sido detenidamente estudiado por Mircea Eliade. El jaspe como piedra preciosa era usado en las viejas culturas mediterráneas como símbolo de fertilidad, como fecundidad, como devenir, como regeneración de las viejas Diosas clónicas, cuyo cuerpo representa (por eso se toca, se besa, y se tiene contacto) la mater-materia.
Por otra parte, originariamente, la fiesta del Pilar se celebraba el 15 de agosto (Día de la Asunción de la Virgen), significando de este modo el om­bligo, el ónfalo de la Diosa, que media entre el cielo y la tierra y que se metamorfosea en los cuatro elementos: agua (el río Ebro), aire (traída de los cielos), fuego (columna que condensa las energías numinosas, candentes...) y tierra (de la cual emerge).
Curiosamente la mitología aragonesa a sabido captar esto; así, por ejem­plo, los orfebres y artesanos aragoneses han identificado y han colocado siempre a la Virgen con una concha, que es el símbolo de afrodita que emer­ge de la concha-del-mar.
La piedra es mater-materia y simboliza la vida, la fertilidad, la salud: la piedra emerge del agua, Moisés saca de ella agua, aunque rechaza el culto a las piedras que adoraban los paganos; sin embargo, la adoración de las pie­dras es la adoración de la naturaleza, de los númenes energéticos, del contac­to semipanteístico con la realidad.
El jaspe, piedra preciosa, alberga "maná", sus estrellas ctónicas están animadas de poderes ocultos, condensaciones de agua y fuego que emergen mágico-libidinalmente. Las piedras albergan una ingente virtud (fuerza), los colores y las fuerzas de las piedras preciosas significan la fertilización y, por eso, las mujeres llevaban piedras preciosas en los embarazos. De este modo las piedras son signo matriarcal-femenino.
Sin embargo, supongamos que la columna representara un símbolo fáli­co, como tótem que emerge de la Gran Madre tierra fálicamente. El totemis­mo ha sido detenidamente estudiado, y se sabe que es originariamente matriarcal-femenino. Su procedencia es matriarcal y representa la fecunda­ción de la tribu matriarcal, pues originariamente el héroe tótem es comido por las mujeres, que le tocan, le palpan, le besan... ya que regenera por con­tacto. Así que el falicismo es de origen matriarcal-femenino, corno el sol que emerge de la madre tierra y muere.
Visto esto, el Pilar se ha de ver como piedra cordial, retoño de la gran Madre, Daimon natural de regeneración, epifanía de la energía numinosa sa­grada y pre-cristiana.
Reflexiones sobre la simbología matriarcal-femenina. — Hay que asumir la cultura popular y la simbología, ya que recuperar estos arquetipos comuna­les de lo matriarcal-ctónico es recuperar un comunalismo perdido.
Toda persona, sea del país que sea, encuentra en el matriarcalismo vasco, por ejemplo, el arquetipo de la Gran Madre; encuentra un arquetipo univer­sal, pues, aunque esté impregnado y totemizado de una simbología típica del País Vasco, en última instancia es el arquetipo de la Gran Madre Natura que es común a todos. Mientras padres, culturas, racionalidades... tenemos muchos, madre sólo tenemos una: la Madre Tierra Natura. Por este motivo si la izquierda cultural no asume los rituales religiosos, si no ritualiza la muerte ni simboliza la vída, si nos cargamos la sensibilidad, el fascismo lo cogerá como lo hicieron los nazis y Hitler, recuperando una infinidad de mi­tologías, de rituales, y de simbologías populares en donde se proyectaba la energía psíquica. Mientras unos abogan «se debe purificar el Pilar», nosotros decimos: «hay que impurificar el Pilar, no hay que racionalizarlo ni desnudar­lo, hay que vestirlo de mantos y de diademas, de adornos y de talismanes, y tocarla, besarla y adorarla, y asumir todo ese magma para identificarnos con la tribu, con la comuna, sin pudor, sin puritanismos, recuperando de este modo el concepto-pagano que nos embarga, recuperando la religión que es banquete totémico y celebración erótica.
Conclusión: Tres simbologías. — G. Durand distingue tres simbologías, tres dialécticas, tipologías o regímenes, y estas tres simbologías son:
1) — Mística descensional matriarcal-natural, regresiva: «La vuelta al refugio» con sus héroes contraculturales, tranquilos, pasivos...
El peligro en esta simbología reside en que «el héroe no hace frente al Dragón y este último se lo come».
2) — Mitologías de héroes ascensionales, solares, luchadores, contranatu­ra, patriarcales, diairéticos, esquizomorfos, agresivos, progresivos...
El peligro de esta simbología reside en que «el héroe coge una espada-instrumento y mata al Dragón».
3) — Androginia: categorías intermediarias, equilibramiento, se da impor­tancia a lo cíclico, se da equilibrio entre el Dragón y el héroe. Es el equili­brio que se da cuando San Jorge con su lanza toca al Dragón: «ese momen­to, ese equilibramiento en la vida: ni matar, ni dejar que nos maten: es la reconciliación de la natura y de la cultura: la racionalización de lo irra­cional».
Pregunta. — Si el ánima es ambivalente, ¿se asume la negatividad?
Respuesta. — Sí, la parte negativa del ánima debe ser asumida. Jung dis­tingue dos momentos: 1) desprendimiento del incesto, y 2) la vuelta al rena­cimiento desde la madre. En este segundo momento el héroe vuelve al fondo de la mar y saca el bien del mal, al enfrentarse con la «sombra». Todo crea­dor asume la parte negativa, que es la obscuridad y la sombra. Asumir esto significa asumir el «misterio de las madres», la numinosidad, lo fascinante y sagrado, la vida y la muerte, el misterio de la procreacilón y generación y, detrás de todo esto, está el asumir la muerte, ya que «hay que morir para poder vivir» y «el mal es una condición del bien».
La asunción de la negatividad supone asumir la sombra, el mal, el caos, el pecado, la materia y el sexo en su perversión, pues el que no logra asumir esta fase ambigua, caótica y ambivalente, será unidireccional, castrativo, ma­cabro, sin sentido, vacío, acreativo, horroroso e inaguantable para sí.
Según Nietzsche, la vida tiene muchos velos, pero si quitamos todos los velos nos encontramos «la carne sin piel», la vida mortífera, cruel, la corro­sión, la muerte; para Sartre es el agujero que se apropia del ser, la nihilidad total. Para los mitólogos fascistas, detrás hay un falo donde podemos aga­rrarnos y estar seguros. Pero, para nosotros, la vida es la «serpiente» que se muerde la cola, la vida es complicadora, es dialéctica de lo femenino y lo masculino, es la endroginea, es la tensión equilibradora entre el dragón y el héroe.
Conclusión. — Jung critica los arquetipos patriarcales ascensionales, occi­dentales y racionalistas, donde el ser se define cómo estático, en contraposi­ción al Tao, a la energía numinosa que no atrapa a los seres sino que los deja libres, energía matriarcal-femenina que hay que edorar y no manipular. Así, el Zen,-Hinduismo, Budismo, etc., representan la asunción de la madre (shakti).
Mientras Occidente asume al padre, Oriente asume a la madre. Al asu­mir Occidente al padre, triunfa una sociedad racional, vacía, aburrida y sin-sentido. Mientras en Oriente triunfa una sociedad mística, donde se ha asu­mido la muerte, aunque falta el principio de racionalización que ordene y concierte, ya que Oriente es un conglomerado de connotaciones matriarcal-patriarcales hoy.
De todas formas, Oriente lo tenemos cada uno de nosotros: toda persona es ánima y ánimus; así pues, se trataría de asumir el ánima y reconciliar ma-triarcalismo y patriarcalismo, asumir los contrarios y llegar a una androge-nia, a un fratriarcalismo, a un equilibramiento de los contrarios... La salva­ción será el día atípico en que se reconcilien Dionisio y Apolo, la hermana y el hermano, el hombre y la mujer.
En el pueblo vasco existe un fondo «ctónico» matriarcalista que está latente, y de ahí es de donde surgen muchas de las tensiones, violencias y contraviolencias que existen. De no asumir, de no articular o racionalizar todo ese caos, de no racionalizar lo irracional, surge el problema vasco. Un problema de reconciliación de los contrarios: también hoy y aquí.

Fuentes:

"Jung y la antropología"